¿Qué queda de la noche?
Apenas odio donde hubo amor,
un cansancio de ginebra,
la rama seca de la duda.
Es hora del colmillo de luz,
de rezar cuando tiritan
las sombras puestas a secar
en el cable del desgarro.
No hay descanso bajo
este soliloquio desmedido,
ni lenguaje en las manos
que buscan verdad.
¿Qué sentido tiene lo
que un día compartimos
si del milagro de estar juntos
sólo queda una semilla de ruido?
La Plaza Mayor sigue en el
mismo sitio, con cítaras de
piedra y turistas que la desbordan.
Hemos recibido más de 70 millones
de visitas este año, dicen en
los periódicos con orgullo nacional.
Tanto tiempo ensayando
para ser distintos,
y ha sido ese mismo orgullo
el que vino a convertirnos en estatuas;
piel de ceniza, y tan fría
la sangre que las articulaciones
se han roto como esquirlas.
El niño cabalga
la madrugada en el columpio del parque.
¿Qué soledad en potencia
azuzan sus ojos benditos?
Nada le importa,
su ánimo en flor todo lo desbroza.
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