Si crecer es madurar,
yo quiero seguir en el parque
con los amigos
bajo el fuego blanco
de las farolas o
extasiado por los rayos
de la media luna,
afín a todas las revoluciones,
delgado hasta los huesos
y algo ebrio.
O ser hoja de árbol
y mojarme con la lluvia
y ser arrancado de la rama
por el viento,
como en un juego arbitrario
de fuerzas indomables.
Pero si nada de esto ocurre,
que la saliva de unos besos
anegue del estupor
más absoluto mi boca.
Y se enfurezcan
los astros que en flor
llegan a mis ojos
por el jardín que nadie habita,
en un roncar hambriento
de leyendas y cópulas.
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